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Celíaco previsor vale por dos - Celi&Go

Celíaco previsor vale por dos

¡Qué honor estrenarme en el blog de Celi&Go Soy Dany Faccio, celíaca y experta en vida sin gluten, y desde Singlutenismo ayudo tanto a particulares como a empresas a entender y desenvolverse en el mundo sin gluten. A partir de ahora me veréis el segundo domingo de cada mes por aquí, ¡estoy segura de que nos lo pasaremos genial! Hoy, concretamente, os contaré el porqué de tantos dolores de cabeza a la hora de comer fuera de casa.

Las personas celíacas o sensibles al gluten no celíacas debemos seguir una dieta estricta sin gluten de por vida (o, al menos, ¡hasta que descubran algo que nos permita saltarnos la dieta!). En lo que muchas veces no caemos de buenas a primeras es en que esto supone cumplir también la dieta cuando salimos de casa y, muy especialmente, en que el gluten campa a sus anchas por el mundo.

Qué supone comer sin gluten fuera de casa

Desde luego, la casuística a la hora de comer fuera de casa varía muchísimo: de viaje, en eventos sociales o laborales, en la casa de un amigo, por un imprevisto, en centros sanitarios o educativos, por un interés gastronómico... Son muchas las situaciones que nos pueden llevar a comer fuera de casa y cada una tiene su aquel, pero todas ellas coinciden en una cosa: a priori, parece que la comida no depende de nosotros.

Si aprender a comer sin gluten tiene su punto de complejidad cuando somos nosotros quienes hacen la compra y cocinan, cuánto más complejo es dejar nuestra alimentación en manos de otra persona que tal vez no sabe todos los pormenores de la cocina sin gluten. Hablamos de que hay que tener en cuenta muchos factores: los ingredientes, el etiquetado, la contaminación cruzada, las recetas... Son varios los aspectos que no se nos pueden escapar e iremos hablando de ellos por aquí. En todos mis artículos encontraréis muchos enlaces en los que ampliar información sobre cada tema concreto (¡como los que os acabo de dejar!).

Así y todo, somos muchas las personas que comemos fuera de casa sin gluten con total seguridad gracias a dos factores fundamentales: la implicación y la previsión.

Tened buenos aliados y tendréis la mitad del camino hecho

Cuando hacemos un cambio importante en nuestra vida, bien sea por necesidad o por elección, implicar a nuestro entorno es fundamental: hace que nos sintamos acompañados, comprendidos y apoyados. En el caso de las patologías relacionadas con el gluten, nuestro cambio en la dieta viene impuesto por una necesidad fisiológica. No es que hayamos tomado consciencia antes de tomar la decisión, sino todo lo contrario: tenemos que aceptar una nueva limitación en nuestra vida y ser conscientes de lo que implica.

Tener un entorno que nos ponga las cosas fáciles nos ayudará a ser responsables con nuestra dieta. Eso sí: no podemos pretender que hagan acto de fe. Es importante explicarles cuantas veces haga falta y de todas las maneras en las que sea necesario que nuestra salud depende de nuestra alimentación (vaya, ¡como la de todos! - pero ese es otro tema). Explicadles en qué consiste la celiaquía o la sensibilidad al gluten no celíaca, por qué no podemos comer ni un poquito de gluten de vez en cuando y cómo reacciona nuestro cuerpo ante la más mínima presencia de gluten (aunque no nos pongamos, aparentemente, malísimos).

Dado que estamos hablando de que un tercero es quien va a cocinar para nosotros, también necesitaremos la implicación de esa persona. Con todos los factores que entran en juego a la hora de cocinar sin gluten, es fácil deducir que ya no vamos a poder comer en cualquier restaurante o en cualquier lugar de comidas con la misma facilidad que antes. La oferta se verá reducida a aquellos lugares que están sensibilizados (por la razón que sea) con nuestra situación y que, no nos olvidemos, tienen las herramientas necesarias para ello. Se suele decir que de buenas intenciones está lleno el infierno, y será tarea nuestra comprobar que nuestra comida no se queda en eso, una buena intención.

Por supuesto, no se trata de ir con miedo por la vida, pero sí de ser prudentes. Sé que a veces es difícil establecer la línea divisoria, pero el objetivo es hacer bien todo lo que esté en nuestra mano y, ante la duda, ir a lo seguro. Establecer una conversación amable con la persona que va a cocinar para nosotros (bien sea en el comedor del trabajo, en un hotel, en la casa de los suegros o en el bar de la esquina) será clave para conseguir su empatía. De esta manera, se mostrarán más receptivos a la hora de preparar algo para nosotros. Procurad, sin que se convierta en un interrogatorio, averiguar cosas como estas:

  • Si han recibido alguna formación específica para cocinar sin gluten con seguridad.
  • Los ingredientes que van a usar. Recordad que, si usan productos que por su naturaleza no tengan gluten, será más difícil que metan la pata con el etiquetado y den por aptas cosas que pueden no serlo.
  • Cómo se organizan en la cocina para que el plato sin gluten no se contamine. Si los veis inseguros, dadles algunas recomendaciones concretas y fáciles de aplicar, que no se queden con la idea de que cocinar para un celíaco es todo un problema.
  • La confianza que depositan en su trabajo. No se trata de que se crean que lo saben todo o incluso que lo de cocinar sin gluten no es para tanto, pero tampoco de que el miedo les paralice. Tratadlos como los profesionales que son, transmitidles confianza y, a la vez, conciencia de que estamos hablando de un tema de seguridad alimentaria.

Evitad los imprevistos

La mejor herramienta que vamos a tener en este camino es la previsión: todo lo que nos podamos anticipar supondrá pasar menos hambre, contaminarnos menos y sufrir menos dolores de cabeza. Por supuesto, requiere un poco de trabajo previo por nuestra parte, pero veréis qué fácil es interiorizarlo con un poquito de práctica.

  • Tomad las riendas. Si antes de que se decida el plan o el lugar en el que se va a comer nos acostumbramos a proponer sitios chulos, poco a poco nos iremos convirtiendo en maestros de ceremonias y todo nuestro entorno sabrá a quién preguntarle dónde podemos comer.
  • Tened vuestra propia base de datos. Haceos cuanto antes un listado o mapa (¡mental, digital o físico!) de los lugares en los que tenéis opciones para comer. A día de hoy tenemos muchos recursos a nuestro alcance de establecimientos en los que tenemos más probabilidades de encontrar opciones seguras sin gluten: aplicaciones, listados de asociacionescomunidades... Recordad que la información en Internet caduca y no siempre es de fiar, así que es tarea nuestra comprobar siempre que todo va bien.
  • Preparad vuestro kit anti-contaminaciones. Especialmente si nos vamos de viaje, comemos en el trabajo o visitamos a algún familiar, no puede faltar nunca nuestro Pack Viajero para viajar sin gluten con lo básico: tu bolsas para tostadora celiacos, las láminas para horno y tu bolsa sandwichera.
  • Que no falte el kit de supervivencia. Todo celíaco que se precie, tiene una serie de productos que no faltan nunca en su mochila o en su bolso. Siempre puede surgir un imprevisto que nos tenga fuera de casa más tiempo del esperado y a veces necesitaremos tirar de algo de comida que llevemos encima. Algo de fruta, unos frutos secos, unos picos, unas galletas o unas tostadas son buenos recursos para poder matar el gusanillo. Cuanto más sanos y saciantes, ¡mejor!

¿Y si todo falla?

A veces pasa, no os lo voy a negar: el restaurante sin gluten está cerrado, no hay una frutería a 50 km a la redonda y el plátano de emergencia se ha aplastado entero. Que no cunda el pánico. Buscad cualquier lugar en el que sirvan comidas (y si no tienen a mucha gente, mejor) y contadles amablemente la situación. Explicadles que no tenéis dónde comer, pedidles que os hagan alguna cosa sencilla y que por naturaleza sea sin gluten (una tortilla francesa, un filete a la plancha, una ensalada, un arroz, un pescado en papillot...) y dadles tres consejos claros y concisos para que no se contamine vuestra comida.

Y agradecedles mucho su ayuda, que eso también es muy importante.

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